miércoles, 6 de abril de 2016

Prospección por tierras valenciano-manchegas.

Sí amigos, el pasado lunes día 28 de Abril de 2016 decidimos alistarnos al alba y coger el coche hacia una expedición en la frontera entre la comunidad valenciana y el término de Castilla la Mancha. Teníamos la ruta planificada por un amigo de la zona y el motivo del viaje era poder observar los gallipatos en su hábitat natural, aparte de lo que nos deparara la naturaleza como de costumbre. No sin antes saludar, buenos días a todos. 

El primer punto de la ruta una vez estábamos todos los amigos que habíamos quedado juntos y listos, armados de los objetivos de nuestras cámaras fotográficas y algún salabre como ayuda para realizar muestreos, era un lavajo (pequeña charca) al lado de las vías de un tren en la localidad de Camporrobles. Debido al aire y el frío de la mañana y a que la previsión meteorológica no era la más idónea, rebuscamos por en el lavajo y sus alrededores sin suerte. Vimos solo bajo una piedra una gran escolopendra, la cual mejor no molestar fuera a ser que se hubiera levantado con mal pie. 

Lavajo en la localidad de Sinarcas.
 Nos movimos hasta el segundo lavajo, donde ya aparecieron dos especies que todavía no habíamos visto nunca, un urodelo y un arácnido. Los que sepáis un poco del tema ya os imaginareis de que urodelo hablo, para los que no, os cuento de que no cabíamos en nosotros mismos de gozo, puesto que estábamos delante de un juvenil de gallipato (Pleurodeles waltl). Calculamos no cumpliría ni los 6 meses de vida y no molestamos demasiado, ya que éramos muchos y no quisimos estresarlo en exceso. 

Precioso juvenil de gallipato (Pleurodeles waltl).
El arácnido del que os hablaba no podía ser otro que un miembro de la familia sparassidae, el cual lleva por nombre micrommata ligurina y del que descubrimos unos cañizos donde eran muy abundantes, había una gran población localizada en aquel lavajo. 

Micrommata ligurina.

Proseguimos con el viaje mientras el sol despertaba y el aire amainaba hacia un río en la población de  Talayuelas, donde me hacía especial ilusión encontrar la culebra de collar recién mentada como natrix astreptophora, antigua natrix natrix, la cual uno de los integrantes del grupo que íbamos había fotografiado en aquel tramo de río y había visto más de una vez. 

Precioso paisaje que teníamos en el río.
Posteriormente no tuve suerte en este aspecto, pero el rio deparó más de lo esperado aún con esa pequeña desilusión. En un tramo del río, incluyendo orillas y alrededores vimos más cosas de las imaginadas. En una pradera vimos gran cantidad de escolopendras como las de la mañana, un gran número de ninfas jóvenes de mantis palo (empusa pennata), un juvenil de lagartija colilarga (Psammodromus algirus) y lo que para mí fue el climax de lo encontrado en el río, dos ejemplares de culebra viperina (natrix maura) uno con tonalidades rojas y el otro amarillas.

Ninfa de mantis palo (Empusa pennata).

Juvenil de lagartija colilarga (Psammodromus algirus).

Culebra viperina en pose defensiva (Natrix maura).

Culebra viperina (Natrix maura).
Ya dentro del río encontramos debajo del agua un macho en celo sapo común (bufo spinosus) y muchos ejemplares de rana común (pelophylax perezi)

Espectacular macho de sapo común (Bufo spinosus).
Después de seguir el río nos adentramos en la pinada que lo rodeaba, encontramos en  ella un enorme adulto de lagartija colilarga (Psammodromus algirus), un sapo corredor (bufo calamita) y dos sapos parteros comunes (alytes obstetricans).

Adulto de lagartija colilarga (Psammodromus algirus).
Precioso ejemplar de sapo corredor (Bufo calamita).
Sapo partero común (Alytes obstetricans).
Todo esto hecho en un par de horas que nos dejaban exhaustos, ya que habíamos peinado la zona cual brigada de rastreo, desde dos de nosotros por dentro del cauce del río, ignorando el entumecimiento de las extremidades inferiores ya que el agua no era todo lo templada que hubiéramos necesitado, y hasta cinco más de nosotros no dejando ni una piedra por levantar y ningún rincón por mirar. Así que casi sin darnos cuenta había pasado el medio día y ni siquiera habíamos echado nada al estomago, saciándonos con lo que había sido el fervor de una prospección como nunca habíamos vivido antes. Nos fuimos a comer como bien nos merecíamos a un merendero al lado del río. Después de llenar el buche decidimos pasar por unas pozas de este mismo río cercanas al merendero.

Pozas que se formaban en el paso del río.
En esa misma poza de la foto uno de nuestros acompañantes una vez vio una hembra de gallipato de 25 centímetros, aunque esta vez no hubo suerte, pero aun así pudimos ver numerosas ranas comunes, una de ellas especialmente bonita.


Como el día avanzaba y a nosotros nos quedaba aún ganas de prospectar lugares y fuerza para ello, nos movimos hacia las Lagunas de Talayuelas, las cuales queríamos inspeccionar palmo a palmo ya que en ella están citados el gallipato, el sapo de espuelas, el sapo común, el sapillo moteado, la ranita de San Antón, el sapillo pintojo, lagarto ocelado y muchas especies más. Pero antes de este vergel pasamos primero por una de las lagunas, con el problema de que estaba seca. Pese a ello, nos brindó la oportunidad de ver bajo piedras rana común y un par de ejemplares de sapillo moteado (Pelodytes punctatus).

Sapillo moteado común (Pelodytes punctatus).

Rana verde común (Pelophylax perezi).
Hacia la laguna  que se nos echaba el ocaso encima. A pocos metros de donde aparcamos el coche vimos una piedra con un sospechoso entradero debajo, era demasiado jugosa como para pasar de largo algo así, que a base de fuerza bruta entre dos para alzarla y otro para mirar si escondia alguna sorpresa nos enfrentamos a ella y SORPRESA SORPRESA fueron minutos los que me costó asimilar lo que teníamos allí debajo: una cría de lagarto ocelado (Timon lepidus) de increíble colorido y planta, la cual posó para nosotros y nos hizo recordar hasta las historias de dragones que veíamos de pequeños, así como los motivos por lo que nos dedicamos a esto. Era con diferencia uno de los herpetos que más ganas teníamos de ver, fue todo un triunfo para nosotros.


Precioso ejemplar juvenil de lagarto ocelado (Timon lepidus). Nos quedamos con las ganas de ver al adulto. 
Pero no había acabado el frenesí aquí, ya que mientras disparábamos tomas fotográficas a este lagarto el cual había aparecido hacía menos de un minuto, gritó un compañero al levantar una piedra y lo que había bajo de ella nos consternó, confundió, impresionó e ilusionó al mismo tiempo: era un precioso ejemplar adulto de culebrilla ciega (blanus cinereus), allí reposando en un hormiguero que lo alimentaba. También debemos decir que la culebrilla ciega era otra de nuestras cuentas pendientes.


Culebrilla ciega (Blanus cinereus). Tenían muchísimas fuerza en la cola, de hecho como podéis ver, se agarró a una rama y no había quien se la quitara.
No dábamos abasto, ya que en menos de cinco minutos más aparecieron tres ejemplares más de culebrilla ciega y otro juvenil de lagarto ocelado.

Tras una pequeña pausa, apareció el tercer juvenil de lagarto ocelado (Timon lepidus) y un eslizón ibérico (Chalcides bedriagai)


El último lagarto ocelado que se dejó ver ese día. 
El frenesí herpetológico se equiparaba a nuestras pulsaciones o a los chasquidos de nuestros dedos pulsando los disparadores de las cámaras, no creíamos lo que pasaba, era superior a nosotros aquel paraíso y no era para menos.
Se calmó aquella tromba de herpetos y ya que estaba anocheciendo dejamos caer el sol para una búsqueda de anfibios nocturna, el objetivo, el sapo de espuelas, el gallipato adulto y la ranita de San Antón. Los últimos logros del fin del día o del principio de la noche (según se vea) para acabar la aventura ahora sí que muy agotados fueron siete ejemplares juveniles, uno de ellos un poco más grandecito de gallipato, finalmente no apareció el adulto, y unos cuantos renacuajos de sapo de espuelas los cuales son espectacularmente grandes. Se llegó a avistar un adulto pero no se le pudieron hacer ni fotos y solo lo vio uno de nosotros.

El día acabó como había empezado con nosotros en el coche dispuestos a marchar, aunque esta vez fuera de vuelta a casa, encantados con el inmejorable día que habíamos tenido, el cual nunca hubiéramos imaginado, arropados por un estrellado cielo que ofrecía la laguna de Talayuelas de la que nos despedimos, pero no para siempre, ya que estoy seguro volveremos en más de una ocasión buscando las sensaciones como las que nos brindó este día.


Nos despedimos con lo que fue para nosotros el mejor momento del día: el primer lagarto ocelado que encontramos en nuestra vida.

Por último despedirme de los lectores y agradecer a los compañeros de bicheo que estuvieron con Antonio y conmigo aquel día: Josep, David, Danilo, Luís y Marta, gracias chicos espero que se repitan días así. 

Web de Josep: SARGANTANES I DRAGONS
Web de Luis: NATURALEZA LEVANTINA